Categoría: Relato
Suiza, abril 2021
Cuando se trata de caminar lo hago muy lento, es casi una cuestión meditativa, me agrada sentir la manera como las piernas arrastran a las caderas y en consecuencia la espalda, los hombros.. y así relajo mi cara, cambio de semblante, sonrío, estoy en movimiento, estoy viva. Eso lo aprendí para calmar la mente, porque cuando uno sale, va con un mundo diferente en la cabeza.
Caminar hacia la libertad siempre ha sido la insignia. Andrea la rebelde, Andrea la que se viste raro, Andrea la que lleva el pelo corto, pintado, largo, ondulado, Andrea la talla S-M- L, Andrea la que usa las palabras políticamente incorrectas, Andrea la que cuenta lo que nadie está preparado para escuchar, Andrea la extrovertida, Andrea la introvertida, Andrea la que baila sin verguenza, Andrea que no muestra lo que escribe, Andrea la que se le presentó a su último chico como la mujer con dientes de tiburón, Andrea la que ama que cada uno sea lo que quiera ser.
Siempre quise ser artista y como mi talento no estaba en las manualidades, no lo identifiqué como tal, pero alguna vez mi novio me dijo, tú eres artista, quienes escriben lo son, quienes bailan lo son, quienes actúan lo son, y tu haces mucho de eso, te atrapas en ello, eres tu en esos instantes. Solo ahí me di cuenta que posiblemente esta sea mi manera de decirle al mundo parte de lo que soy.
Memorias rápidas, emputarme, salir corriendo de mi casa cuando estaba brava y caminar varias cuadras. Con tan solo 12 años, fui hasta donde mi tía Gloria, quien me recibió con un abrazo infinito y me ofreció su cama para tranquilizarme. (Mi tía ya no vive en este mundo, pero este será uno de los recuerdos más lindos que tengo de ella).
Camino hacia la libertad, odio que me presionen, que me exijan, que me controlen, que me etiqueten, lo odio, sí, lo odio, porque yo me he presionado suficiente, así que huyo de personas y lugares que me imponen rígidamente sus ideas. Sin embargo, las veces que he viajado sola y he vivido sola, me he cuestionado si todo no fuera más fácil hacerlo desde mi casa y con mi familia.
Amo caminar con o sin rumbo fijo y estar lejos de lo que conozco, igual extraño a mi gente, saber que no puedo tocar a mi mamá y a mi papá es y será una de las cosas que más pesan de la libertad. Claramente a veces recuerdo que nuestra relación mejoró por mi lejanía, pero igual cuesta.
Seguro no soy la libertad en sí misma, hay circunstancias culturales, sociales, religiosas que me han impedido ser del todo yo, pero de algo estoy segura, que lucho con eso, que la vida es más bonita cuando podemos ser lo que queremos, o cuando ni siquiera sabemos quiénes queremos ser.
Caminar sin destino, caminar hacia la libertad, es sernos fiel a nosotros, y ¿cómo? ir hacia nuestros gustos, aceptar nuestras frustraciones, buscar los sueños y tratar de llevarse bien con una misma. Posiblemente si siguiera en mi casa, seguiría pensando que los demás deberían ver el mundo como yo….
Nota: "No hay que pretender ser, hay que permitirse ser".
Una Andrea Más
Foto: Foto tomada en Gerona, 2018.
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